domingo, 29 de mayo de 2011

Temporada de fobias

Ha comenzado, con el calor, mi inconfesable y ridícula fobia. Para celebrarlo, publico mi homenaje a ellas, escrito hace más de una década, cuando, quizá, escribía...

Miedo

                                                                              "Son miniaturas de un animal enorme"
               Clarice Lispector, La pasión según G.H.

          Ahora ya entiendo este suplicio. Mi vida, la otra, siempre estuvo ligada a la de esas criaturas bestiales.
         Desde la infancia, al acecho, astutamente ocultas entre alguna camisa a usarse durante la mañana. En la noche, asomadas por la ventana, esperaban que el sueño invadiera los asustados párpados, prestas a devorar mis células; comenzaban royendo el pus del acné, la cera de los oídos o el moquillo nasal. Y yo... dejaba que me comieran.
        Pero aprendí tácticas de alerta escuchando esos pasitos de rastrillo en el suelo; contaba sus patas y hasta sabía reconocer a la única coja del grupo, porque lo sé, eran cientos. Solo cerraba los ojos y esperaba...
        No podía simpatizar con esas viudas de ratones, estaba convencida de su culpabilidad ante la caída "accidental" del pobre Pérez en el chocolate. Tampoco iba a suplir en ellas mis ansias de matar. A veces, imaginamos destruir a quien perdemos tiempo en odiar; las mil atrocidades que venían a mi mente eran inaplicables a estas víctimas imposibles. También desdeñé la psicología antifóbica que acerca el monstruo para vencerlo.
        Y es que la víctima fui yo. Un buen o mal día venía de  la farmacia con el ácido bórico mezclado con trocitos-dulces-tentadores es una limpia solución y me mataron. Eso  ocurre con mucha frecuencia allá arriba, o... donde sea. A los ladronzuelos se les fue la mano dejando inerte la mía. Me mataron como a una de ésas.
      Hoy, heme aquí, en el décimo círculo, torturada por una enorme cucaracha,  ¿o seré yo de su tamaño?,  ¿lo sería en la otra vida? Su castigo es singular, me obliga a hacer algo siempre detestado: "¡Baila!", dice, y a continuación giro y giro entre su cojera (porque le falta, porque le falta...) y Strauss, y, asimilada al compás, revuelvo la infancia y la adultez perdidas en minucias de su-mi estatura, viendo hacia el piso, aprendiendo, aprendiendo a no ser aplastada, yo, que nunca me atreví a pisar.

      ¡Bailo!

"...Sabía que el error básico de vivir era tener asco de cucaracha".
                                                                        Clarice Lispector.
                                                                                                                                  

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