domingo, 4 de diciembre de 2011

Yo quería


Yo quería escribir que leí hace más de dos meses El mapa y el territorio, de Michel Houllebecq, y que fui feliz, o al menos tuve un destello de felicidad tras terminarlo; que hace un mes finalicé el denostado Indignación, de Phillip Roth, y que hace tres semanas vi Melancolía, de Lars von Trier. Sobreviví  a los tres, aunque soy injusta con Houllebecq, porque su final mira hacia un Mundo más del hombre para el hombre en la naturaleza como salida y retorno, mientras que los otros creadores prefieren destruirlo: Trier, al Mundo; Roth, al hombre.

Quería hacer un trabajo sesudo sobre ese libro del francés, que tengo estructurado en mi mente, pero he decidido dejarlo ahí, por el mero placer de entender que aún puedo hacerlo, como en aquellos tiempos universitarios. Salvo compensación de por medio (un público interesado, por ejemplo), ya no me interesa desplegar mis reflexiones más serias sobre la creación humana.

Solo deseo leer esos maravillosos trabajos, sí, también “leer” al director danés, y luego, a solas, divertirme tristemente al comprender que el 90% de quienes conozco o de quienes trato a diario detestarán y, peor aún, no harán esfuerzo alguno por resaltar valores en estos pedazos de pensamiento ajeno compartidos por medio del arte. Para no admitir que no se ha entendido algo, apenas dirán los desabridos «Me gusta», «No me gusta», y peor: «Creo que es interesante».

Volveré a quedarme sola en mis reflexiones,  compartidas únicamente con el compañero de estos años o aquel amigo que está lejos y a quien le debo tantas noticias. Y es que me dedico a la tarea que encabeza el listado de profesiones infelices, según la prensa de alguna de las semanas pasadas: vendo y convenzo de que compren. Y ese mundo es una marea de fórmulas perseguidas por la codicia. Para triunfar en semejante cueva hay que amar la ambición y no soltar la presa, o fingir ese interés y aprovechar cada oportunidad para adentrarse en las personas.

¡Pero qué se le va a hacer! ¡Ya no puedo hacerme bombera ni sacerdotisa! (Sacerdotes y bomberos: los más felices).

Yo quería…