domingo, 9 de mayo de 2010

El estigma de los cortoplacistas

De nuevo había que ir a SERVEF. Así que, cuando me dirigí a la señora de siempre —una de las más amables—, para comentarle que quería darme de baja como demandante de empleo, me miró sorprendida y  preguntó la razón: 

—Ah, es que me han dado la jornada completa.
—Pues, en ese caso, presiona el botón verde y toma un número.
—Ufff, el 65, y apenas van por el 28...

En ese momento, la mujer se levantó y se  acercó a mí para pasarme un papel: ¡un nuevo número, el 33! Y luego, cuando me toca, el funcionario, preocupado, inquiere sobre el motivo de mi baja. Al explicárselo comenta varias cosas, entre ellas, que lleva semanas sin que una persona se dé de baja del paro porque mejora sus condiciones.

—Bueno, no sé si mejoro mis condiciones. Solo sé que trabajo muchísimo más,  que solo podré compartir con mi chico un día por semana, que ya casi ni  miro mi blog, ni termino mis lecturas, y que vuelvo a ser esclava del sistema por dos meses. Porque, en verano, vuelvo a mi situación anterior, es decir, a ser esclava de la incertidumbre. Pero no quiero continuar viviendo del paro.
—¿Por qué, si lo hacen todos?, —pregunta con incredulidad.
—No me parece correcto, —y allí terminé mi conversación.

Es que no me parece correcto que nos subsidien la vida entera sin más aporte que el desasosiego y la espera de sofás, y cuando ya pierda mis derechos, el engaño cese, desaparezcan las máscaras y deba dar media vuelta, derrotada, como esos dos funcionarios pensaban que podría haber ocurrido en mi caso: suponían que  retornaba al país del que salí porque parece que es lo normal, el estigma de los cortoplacistas.

No será tan fácil, me lo prometo.

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