domingo, 16 de mayo de 2010

Consejas dudosas


¿Qué hacer si una compañera de trabajo pregunta si debería comprarse El secreto?

Podría contestarle como la literatura de autoayuda dice que un monje budista respondería: «¿Qué esperas encontrar en ese libro? Lo que quieras encontrar es lo que hallarás».

O quizá, sería diplomática (nueva denominación de la hipocresía),  y le diría que seguramente le ayudará a aprobar sus oposiciones, pues, al fin al cabo, le proporcionará herramientas para el logro, etc., etc.

Entonces, me digo que debo ser honesta y comentarle mi historial en materia de libros de autoayuda que se empeñan en serlo: perplejidad y destrozo. Le diría a Sandra que lo leí, pero que la idea de visualizar 100.000 dólares cada día me pareció aburridísima y que no podía creer que tantos lugares comunes y razonamientos de toda la vida, que nos parecen y han parecido absolutamente normales, puedan resultar novedosos o mágicos a esos millones de lectores que seguramente ya son millonarios, o mínimo deberían tener la mitad de sus sueños cumplidos. En fin, ¡que así no aprobarás, hija!, mejor estudia y mucho y come bien, no te trasnoches, toma vitaminas, deja el Red Bull; haz lo que dicen las abuelas, poseedoras de los mejores secretos.

Entre tanto, ella espera una respuesta… Le comento que el representante editorial del susodicho aseguró en la Feria del libro que «todos los jugadores del Barça y su entrenador lo leyeron hace un año y los del Valencia empezaron a hacerlo antes de llegar a terceros”.  Juro que intenté hacer un poco de ironía, largo tiempo olvidada en mi baúl de yoes internos, pero entonces vi que a la chica se le iluminaron los ojillos.

Así que tomé una decisión de esas a las que recurro cada vez con más frecuencia y en especial desde que me hago mayor…mayor. Le dije que cada quien encontrará en esas páginas lo que desea, que visualizar no es suficiente y que si tiene carné de FNAC le saldrá más barato.

Al día siguiente, Sandrita llegó muy contenta. Se había leído casi la mitad de esas consejas tan prácticas. Y, lo más terrible, lo que me ha llevado a desahogarme en estas líneas miserables: me dio las gracias.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre te leo, pero no se lo digas a nadie. Deberias escribir más veces. Es bueno leerte

Ada Iglesias M. dijo...

Gracias, Anónimo, yo también te leo, e, igualmente, deberías escribir más veces...