viernes, 16 de octubre de 2009

Un canto y diez minutos como funcionaria (Parte II de “El orden perfecto: memorias de una gestión amable en Servef”.)

Una vez que revisó mis papeles y comprobó que todo estaba en orden, hice la pregunta de rigor, esto es, ¿cuándo comienzo a cobrar? (¡Cuántas veces contesté a esa pregunta cuando trabajaba del otro lado!) Pero  la chica de ojos grandes los desplegó aún más, si cabe: "Si cobraras en noviembre sería como ganarse la lotería, y si lo haces en diciembre ya puedes darte con un canto en los dientes". Bueno, qué se le va a hacer. Mantendré la esperanza de la lotería, aunque sea más fácil que me parta un rayo, según dicen los expertos en semejantes temas.

Recordé entonces mi visita de ayer al servicio  para desempleados con títulos universitarios. Quise pedir una nueva entrevista debido a que no  aceptaron mi experiencia como correctora, docente, editora ni librera (lo que me interesa bastante más que el resto de actividades que sí avalaron), y es que no tenía los contratos de trabajo respectivos (¡si en Venezuela en determinados sectores entras, trabajas y punto, ¿qué contrato?) Así que pensé que si presento las referencias que dejan constancia de mi paso por esos lugares quizá puedan ser incluidas en mi hoja laboral.

Pues bien, tomé número, corta espera y nueva funcionaria. Se me quedó mirando y allí comenzó un proceso de transfiguración que creó en mí un déjà vu algo peculiar. ¿Cómo homologué mi título? ¿Adónde debía dirigirse? ¿Se puede hacer por la Web? ¿Cuánto tiempo tarda el proceso? ¿Qué posibilidades...? Durante diez minutos contesté a cada una de sus preguntas con precisión y experiencia, como debe hacerse en estos casos en los que el público acude a ti. Le atendí con rigor, seriedad, sin dejar el lado humano, el del consejo y hasta con un toque personal. Entonces, un crudo despertar: me entregó la nueva fecha para mi cita, le di las gracias y ella se quedó allí, esperando al siguiente. ¿Por qué, si la atendí yo? ¿Por qué no me dio las gracias? ¿Por qué tenía que irme?

1 comentario:

Inos dijo...

Entre Kafka y Robert L. Stevenson cabalga esta crónica burocrática, querida Ada, pero ¿qué podemos esperar nosotros, simples personajes de este libro cotidiano?.

Casi me dan ganas de revisitar "Brazil" de Terry Gilliam.