martes, 27 de octubre de 2009

La misma España

La perspectiva sobre el desempleo es variable. He estado reflexionando sobre el hecho de si en realidad me encuentro desocupada o, simplemente, amparada por la “seguridad” de un subsidio del Estado, y si no nos encontramos en un limbo que podría considerarse una alternativa de vida. El antisistema es el autónomo, el luchador nato. Pero los otros, los que estamos en el punto medio, los que somos objeto de estadísticas, nos desplazamos en una cuerda floja que valdría la pena ir tejiendo o destejiendo, según la decisión que tomemos.

Pero ese no era el sentido de esta nota. La idea es aprovechar, si no el tiempo, al menos, la oportunidad de hacer lo que se pueda hacer.


Culminé los tres volúmenes de “Millenium” y espero tener la delicadeza de analizar mi impresión de esa lectura con escrúpulo. Pero también he ido a la “Mostra de Valencia” y, fiel a mi costumbre, lo que más me sigue interesando en cualquier festival cinematográfico es la retrospectiva, el cine comprobado.


Hace más de la mitad de mi vida, en la Universidad donde empezaba mis estudios aprecié “Bienvenido Mr. Marshall”. Quedé con una sensación de fresca amargura, que no sabía si se debía a mi impresionable juventud. Ahora se presentaba la ocasión de comprobarlo.


“Calabuch” es una deliciosa estampa de la construcción inocente de un mundo en el que la autoridad, ignorante, brusca, aun en contra de sus propios intereses, se solidariza en beneficio de una causa perdida, pero noble. Militares y sacerdotes mueven un espacio poco dado a rebeliones. El protagonista, entrañable, mira desde el helicóptero el pueblo donde pudo ser libre de su propia inteligencia, de la “cultura” que le retiene en otro espacio. “Plácido”, de 1964, muestra el desencanto de García Berlanga. ¿Qué ocurrió en España, qué le ocurrió al director en ese período? La pobreza material, la de las mentes, ya no hay ilusión. Los nuevos burgueses solo acogen a los desposeídos para estar bien vistos ante los de su clase. Y, por último, “París-Tombuctú”. El director está de vuelta, el mundo es un desaguisado en el que no importa si vas o vienes, si vives o te suicidas. Es el preámbulo de la misma España que aparece hoy ante nuestros ojos.


Ventajas del desempleo… Puedes ir al cine a las 4 de la tarde por apenas dos euros. Y la sala vacía en el primer caso, con seis señoras y dos señores en el siguiente y tres o cuatro en el último. Y luego, salir del cine en octubre y encontrarnos con 27 grados de temperatura. Es un lujo el limbo, es un lujo.


P.D.: Uno de los personajes de “Calabuch”, con el pasaporte en mano antes de emigrar a Venezuela, grita en un momento de ira: “¡Qué se vaya a la porra Venezuela!”. Me temo que fue un conjuro, de los que funcionan.

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