miércoles, 7 de octubre de 2009

A-117/ R-48 (Parte I de “El orden perfecto: memorias de una gestión amable en Servef”.)

El lunes me dirigí a la oficina de Servef (INEM) más cercana a mi domicilio, esto es, a unos 4 kilómetros, porque, aun cuando hay una enfrente de donde vivo, la adjudicación de códigos postales permite que me ejercite y, por consiguiente, perder esos kilos que sobran (pese a que la enfermera de mi médico de cabecera me dijo que la edad era inexorable, ¿para qué dieta?). Todo está bien pensado y estructurado para que se cumplan varios objetivos en la vida.

Con buen ánimo llegué a unos cuantos metros de las puertas de esa oficina, porque las cien personas que se encontraban allí a las 8:30 a.m. no me permitían aproximarme más. Puertas abiertas y vigilante bien guarecido salté a información y allí me indican que hace falta un documento: el empadronamiento porque, ¿cómo les constaba que yo vivo donde digo que vivo? Y donde digo digo…

Así que una vez en el Ayuntamiento obtuve un cotizado número 119 por el que podría acceder a mi dorado elemento. Previamente, una señora que estaba a mi lado me daba un codazo para decirme que aquello estaba lleno de inmigrantes, “qué desgracia”. Con mi sonrisa para casos especiales logré evadir cualquier conversación. Consideré oportuno parecer muda o tal vez tonta y mover la cabeza en señal afirmativa o negativa.

Con el anillo del Nibelungo en mano volví a Servef, me dijeron “presione ahí” y logré el código de atención A-117, por el que esperé hora y media para que una amable señorita que se preocupó por constatar si lo que me decía era cierto, esto es, que se habían acabado los nuevos números para que me dieran cita, me dijera eso: “Lo siento, tienes que volver mañana”.

Guardé buena nota de ir muy cómoda, porque sentarse en las escaleras o en los rincones más inhóspitos durante horas podría exigir una condición física adecuada.

Bien, como un desempleado tiene mucho tiempo regresé el martes a ese lugar que se aventuraba único en relaciones amistosas. Quizá allí consiguiera, en unos minutos, lo que no he alcanzado en dos años: un círculo de amigos más o menos diverso.

Pero no, no es posible: la gente solo se quejaba del tiempo de espera y había bastante amargura y desazón en las miradas, especialmente, en aquellos que ya tienen y aparentan más de 50 años, han caído en el paro y saben, porque definitivamente allí es posible constatarlo, que no hay esperanza en materia laboral. Sería interesante que los medios de comunicación realizaran sus encuestas sociales allí.

Así que durante dos horas y media me refugié en las primeras cien páginas de La hermandad de la buena suerte, de Fernando Savater, hasta que el R-48 apareció brillando en el firmamento. Corriendo, alcancé las escaleras y quedé helada cuando vi que el funcionario que me llamó recibía a otras personas que tenían el mismo número. Bueno, no era el mismo, como tímidamente logré esbozar, pues ellos tenían el A-48, pero claro, como el señor llevaba muletas y la señora ya se había sentado… “Ud. comprenderá”. Sí, comprendí 10 minutos más y al fin, mi turno.

Saqué las carpetas, extendí todos los papelitos, le expliqué al joven y atento chico que era la primera persona que acertaba mi acento, pero que también soy española. Le hablé de la inmigración gallega a América; contestó, orgulloso de su ingenio, que “aquí en España se dice que los gallegos están en todas partes”; reímos, cantamos y entonces me aclaró que no tenía que llevar documentación alguna, que este encuentro solo era para asignarme una nueva fecha y que regresara el viernes 16... ¡cuando comentaré las nuevas y animadas aventuras que han de ocurrir, sin duda, en el servicio de empleo valenciano!

La vecina y el quiosquero han mirado su reloj cuando me vieron llegar a un horario tan poco habitual. Uhmmm...

Hoy me han llamado de Servef para recordarme la cita a los fines de actualizar mi currículo. “No lo olvide”.

“No señora, no lo olvidaré.”.

1 comentario:

kaps dijo...

Se dice siempre que "todo sucede por algo". Queda de tu mano que ese "algo" sea de provecho. ¿Oportunidad?
Confia en tus dotes y en tus ganas de cambiar las cosas e implicate.No hay lìmites y sì formas de intervenir activamente en lo que te importa. Suerte Ada!!