viernes, 11 de septiembre de 2009

Chávez Superstar

Cuando era más joven e impresionable me gustó el trabajo de Oliver Stone en JFK. Un documental sin un ápice de pruebas, pero cuya historia contemporánea solo afectaba los deseos de conocer una verdad más controvertida en un contexto moderno, ya superadas las etapas críticas de la investigación y sobre todo, ya superados los sesenta y sus consecuencias.


Miro entrar a Hugo Chávez Superstar “como un espectador más” para ver el documental “South of the Border”. Dice la prensa que ha dicho Ari Tariq, el guionista e ideólogo de la película, que no se entiende que una persona que haya ganado siete legítimas elecciones sea tan cuestionado dentro y fuera de su país. La palabra que emplea es “hostilidad”.


Trataré de explicarle el porqué, y no quiero ser breve, que para eso tengo un blog. Lo primero, no podemos asegurar que las siete elecciones hayan sido legítimas. No dudo de la primera o de alguna otra, pero sí de aquellas en las que hubo muy pocas posibilidades de revisar los mecanismos de votación. Diré más: cuando miles de personas hicimos filas desde tempranas horas por ocho y diez horas bajo el sol de esos días para votar por el “NO” constitucional, en algunas mesas no había votantes o pasaban por cuentagotas. El director de una de esas mesas, en donde ejercí mi voto, me preguntó el motivo por el que si había tanta gente, solo yo había pasado a esa mesa en más de una hora. Sorprendida al igual que él me dirigí a un sargento armado para comentarle esto, y su respuesta fue colocarme la ametralladora en el hombro e indicarme que si había votado me marchara. Para asombro de muchos ganó el “SÍ”, imprescindible para que Chávez llevara a cabo su cuestionada reforma constitucional. Es solo un ejemplo que describe el motivo por el cual no creo en legitimidades.


Lo segundo. Los señores Tariq o Stone han sido conducidos por aquellos lugares a los que se está llevando a los intelectuales de izquierdas para “recrear” la revolución. Se trata de un par de barriadas populares en donde dicen que aún no han salido huyendo los médicos cubanos que llevaron a los dispensarios médicos como parte de intercambio “cultural” (llámese petrolero) que Venezuela sostiene con Cuba. Allí, según me contó en una ocasión un amigo español que formó parte de esta “excursión” —así la denominó— se ilustraba cómo esta revolución está acabando con la marginalidad al suministrar educación, atención médica primaria y otros servicios a las clases desfavorecidas.


La fascinación de los originarios del primer Mundo al llegar por primera vez a un barrio colmado de ranchos (chabolas-favelas) y explicársele que por fin se está haciendo algo en su favor, disipa muchas verdades, ciega miradas laterales. A saber, han pasado más de diez años para aportar algo más que visitas a estas zonas. La consolidación de estos espacios en lugar de acercar a sus habitantes a áreas urbanas o centros de trabajo agrícolas (desde donde provino mucha gente que se deslumbró por el supuesto éxito de la ciudad como eje de progreso), significa un rotundo fracaso, no solo de Chávez, quien parece nunca se ha planteado la migración de los cerros marginados a espacios habitables con opciones de trabajo, sino también de todos los gobernantes previos que, planteándoselo, consideraron que semejante política iría en desmedro de su popularidad.


Y es que, lo que nadie explica a los Stone, los Stiglitz, los Sean Penn y el resto de la fauna humana que se ilusiona con las utopías es que estos pueblos han sido formados para estar conformes con la vida que llevan. He escuchado a mucha gente a quien en algún momento le sugerí ahorrar para salir de esos barrios inseguros, en los que las personas de bien deben recluirse a las seis de la tarde para evitar que una bala perdida les atraviese el cerebro, y darle una mejor posibilidad a sus hijos, asombrarse por la sugerencia del cambio, como si vivir en esa situación, rodeado de la gente de toda la vida, en peligro, pero por ahora vivos, no fuera más que suficiente para seguir, porque “qué se le va hacer”. Si total, lo que tampoco se explica a estos intelectuales que creen más en lo que les dicen y en lo que les deslumbra que en la Historia, siempre tan certera, es que los subsidios son más que suficientes para un mes de “rumba” (llámese fiesta y alcohol) y algo de comida que se adquiere más económica en los mercados populares, aunque el arroz —si hay— sea viejo y las habas negras (caraotas) estén duras.


Hay mucho más, claro está. Será necesario referirnos también a una educación cuya nueva Ley sí que igualará a todos los venezolanos en el analfabetismo funcional que ha venido operando solapadamente desde hace décadas; de cómo no han disminuido los índices de inseguridad (muerte a mansalva) en nuestras ciudades; de la inoperancia de las invasiones a tierras que antes eran productivas porque sus legítimos propietarios trabajaban en ellas; del fracaso de la sanidad pública, en fin, hay tanto por decir, que lo seguiré diciendo aquí, allá y en donde pueda.


Pero debo detenerme: Hugo Chávez ha salido de la suite del hotel madrileño en donde paga 5.300 euros por noche para hablar de lo culpable que debe sentirse este “orden mundial” por la marginación y la pobreza. Veré las noticias y la cara de quienes le escuchan. Es mucho más interesante que oírle.


Eso es lo que hay. Y no más. Y a quien me lo pregunte se lo seguiré diciendo: algunos no huimos de Chávez, sino de la mentalidad de quienes lo condujeron al poder.

2 comentarios:

Enrique Palacios dijo...

Chávez es el autoritarismo hecho hombre... :S

Besos Ada :)

joseluisruiz dijo...

lo que no entendí de la visita del personaje a la Casa del Libro es la propia razón de la visita si en Cuba, su segunda casa (o la primera?), existen un montón de librerias con tanta variedad de libros como aqui.....