sábado, 22 de agosto de 2009

Motores y silencio

A tres calles de donde vivo se ha formado una pequeña ciudad de fin de semana. Se caracteriza porque sus habitantes se reúnen alrededor del ritual de la velocidad y del ruido. Hay un nuevo trazado urbano solo por una o dos semanas, una nomenclatura distinta que delimita las vías, y la ciudad que estaba antes y sus moradores prestan los espacios para que semejante artificio deje todo el dinero que sea capaz de dar.

Ayer por la mañana lo comprendí. El quiosquero suspendía sus vacaciones, el menú del bar de la esquina anocheció a 8,50 y despertó a 10 euros, y, como si fuera Navidad, algunos portales de la siempre sucia J. J. Dómine extendían alfombras que no querían parecer plásticas para recibir a los viandantes. Además, hay más puestos de helados, muchos planos y guías de la ciudad disponibles y los comerciantes ya no tienen tiempo de mirar expectantes hacia los transeúntes.

Los antiguos habitantes, los que no pudieron escapar, hablan entre sí muy molestos sobre los inconvenientes del cambio de las vías, y esta vez piensan que será la última. (¿Semejantes ideas tendrán relación con el caso Camps?) Pero otros, como nosotros, agradecemos las molestias. Muchas gracias por venir, muchas gracias por estar. Son tres o cuatro días de empleo para algunos parados, para algunos que venían olvidándose hasta de sí mismos…

¿Diferencias con el año pasado? Varias. En la Plaza de Ayuntamiento extrañé el punto de información. Es como si existieran dos ciudades; una de ellas, de espaldas al evento. En la gasolinera abandonada ya no están los coches de lujo estrafalario que se alquilan al que puede y, hablando de alquileres, el balcón que el año pasado valía 700 euros ahora se cotiza por 100 o 200 ¡hasta con servicio de catering incluido!

Es una jungla ridícula, pero útil, en términos prácticos. Porque Fórmula 1 enriquece a los que llevan el negocio, que es suyo, lógicamente; engaña las mentes de quienes piensan que algo así es relevante para lo que sea y, sin embargo, amparada en semejante andamiaje, fortalece la ambición de una ciudad que quiere moverse, dejarse ver y salir de paseo de cara a Europa. Y mientras persista el Capitalismo o aunque dé éste coletazos, también los ahogados por las deudas, los desamparados de ideas, los de siempre, quienes vivimos y aún no inventamos otro sistema tienen-tenemos la obligación de beneficiarse con pedacitos, restos o sobras.

Muy pronto, este lunes, empieza el silencio de los últimos días de agosto. La ciudad de siempre reaparece y se prepara para lo que anuncian los analistas como el golpe de gracia de la crisis. Ah, y que nadie olvide la gripe A.

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