miércoles, 12 de agosto de 2009

Estampas lucenses, 2

Día 10:

Por la única emisora que logro sintonizar, Radio Nacional de España, escucho que en Venezuela comenzará a discutirse el proyecto de Ley que impedirá a los medios de comunicación transmitir información “desestabilizadora”. Para apoyar la noticia, escuchamos a la fiscal General, quien dice algo que, por su extensión, no puedo transcribir, así que no usaré comillas. Es que pienso que probablemente me he equivocado. Comenta que el proyecto es debatible y habrá que direccionarlo hacia un sentido acorde con el deseo de una patria libre, etc., etc.

A mí, la denominada “ley mordaza” (por cierto, "El País" ya emplea ese término) no me sorprende, puesto que forma parte de lo predecible de un Gobierno de tales características, que, de todos modos, no surtirá demasiado efecto en una opinión pública que se informa muy poco y a la que solo le interesa su realidad más inmediata (que conste, hablo de la masa marginada, y que nadie olvide es la mayoría de los venezolanos). Lo que me continúa apretando media neurona que debe tener alguna relación con lo que denominamos corazón, es que la Fiscal del Ministerio Público diga vacuidades, estupideces, no emplee bien el español y ya no solo no tenga pudor para insultar el entendimiento de los de adentro, sino que además exporte muchas de las cantinfladas que resultan graciosas cuando las oímos del cómico de turno, pero no de los señores, respetables, altos funcionarios del Estado.

Estoy en Lugo, en mi casita de Gallegos, lamiendo cada día de estas vacaciones, y me he puesto de mal humor. Recuerdo que lo que para unos son apenas detalles de forma, a mí me lastiman, y contribuyeron, en gran medida, a mi salida casi en eyección del valle de Caracas.

28-07-09

Día 8:

Hemos ido a la pequeña ermita románica de Fión. De nuevo, la niebla crea el paisaje propicio. Afuera, en un desnivel del valle, el cementerio, en el que las tumbas apenas se dibujan y un ciprés deja que su vértice se muestre entre el pirulí nebuloso, grisáceo, que degusto presurosa con el flash de la cámara.

Entramos poco antes de la misa. Enseguida, los susurros siseantes, esos que se aprietan en la garganta, que crees nadie escucha ni siquiera en un espacio tan reducido y con buena resonancia: “Ella es la hija de…, vive en Valencia. Sí, está casada”. Con la siguiente: “Esta es la de la familia de…, le morreu o home hace un año. Ah, pues, no, ya no lleva luto…”.

Los comentarios se aquietan en cuanto sale el sacerdote, mayor y enjuto de carnes; pero se reanudan en algún momento, lo que genera las miradas del celebrante. Voces que se apagan, esta vez hasta el final.

Un detalle más en esta misa. Después de la homilía, el sacristán, un hombre de cuarenta y tantos y mirada de cancerbero, le dice al sacerdote que recuerde lo que le había dicho antes.

─Qué cosa ─admitió haber olvidado─.
─Lo del Santo.
─Claro ─sonríe un tanto sonrojado el padre─. Pero falta tiempo… Bueno, miro la agenda, hombre, espera…

La mirada del sacristán no se desvía del libro de los días. Allí estamos todos moviendo nuestros rostros de izquierda a derecha, muy pendientes de estos nuevos murmullos.

─¿Te parece el día 10?
─Sí, sí.
─¿Por la mañana o por la tarde?
─Pues, por la mañana, Don Jaime, que vendrá más gente…
─Bueno, bueno. Perdonen, es que Lorenzo quiere que la misa de su santo se celebre el mismo día. Sigamos entonces...

¡Qué cara más alegre se le queda a Lorenzo!

26-07-09.

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