domingo, 18 de enero de 2009

Alucinación

Domingo 11 de enero, 10:00 pm. Espero la película de la noche: una de esas mal llamadas comedias, que tampoco hacen reír, de las que ha dicho el estudio reciente de alguna de esas universidades norteamericanas, que causa falsas expectativas en la creencia amorosa de la gente. No importa, hay que levantarse temprano y es mejor ir a la cama con un pedazo de naderías en la cabeza.

Los comerciales ya actúan como somnífero. Cuento la decena, ahora el undécimo... Me detengo. Se comienza a apreciar algo parecido a una ensalada de gallina, de las típicas navideñas; ahora unas manos con las uñas pintadas sostienen una bandeja con lo que sé es un "pan de jamón". Surge un pernil de cochino finamente rebanado. Enseguida, la sorpresa y el restregamiento de ojos. En un plato, la hayaca; otros latinos podrían haberlo identificado como un tamal, pero sabíamos que era una hayaca, máxime si estaba acompañada por lo que antes vimos. Luego venía el anuncio propiamente dicho: ENO, para aliviar sus malestares estomacales.

No había alternativa: estábamos ante un comercial venezolano en la televisión española, primera cadena, horario de máxima audiencia de los domingos. Claro, las voces de los comensales "habían sido debidamente traducidas" a los acentos peninsulares y hablaban en términos muy generales de las especialidades gastronómicas.

La imagen, por cierto, no era del todo nítida. Pensé que alucinaba, pero no, la imagen parecía como la de una película pirata grabada en el cine. Lo siento, pero he visto unas cuantas.

Me quedé un buen rato pensando en ello. Me conmocionó tanto como cuando vi a Fran Spano, mi antiguo profesor de "Teatro contemporáneo", contando un chiste ante un enorme micrófono, chiste que no pude oír solo por la impresión de verle. Era un programa de esos que recopilan momentos "cómicos" de la TV. Y solo estuvo diez segundos, pero también sé que lo vi.

Pues bien, nos quedamos dormidos ante la tele. No pude saber si repitieron o no el comercial. Y he vivido una semana de desasosiego, pensando en si mis sueños me hicieron vivir una extraña experiencia nostálgica, como me dijo mi jefe cuando le relaté el hecho. A él le resulta imposible que el primer mundo importe publicidad barata.

Sin embargo, esta semana se enderezó el entuerto. En otro canal, el mismo comercial, algo menos difuminado y muy corto de segundos. Por supuesto, la concesión al emigrante fue un despiste de algún operario, de una agencia publicitaria o de no sé de quién. Ahora solo aparecía la carne rebanada y el ENO final.

Ahora sé que lo vi. No he sentido nostalgia por la comida navideña después de dos semanas. Allí estuvo la hayaca y algunos la captamos, fijamos, guardamos. Es un hito-hipo histórico y el precedente de lo que vendrá. Porque habrá más comerciales sudamericanos, eslavos, taiwaneses. No se beneficiará nadie de los que conocemos, siempre serán los mismos; sin embargo, qué alivio me ha producido por tercera o cuarta vez en esta vida el golpe de la globalización, ahora, envuelto en una hoja platanera.

Enero de 2009.



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